Depresión y como interviene el omega 3
Una investigación dirigida por el King’s College de Londres ha demostrado, por primera vez, que cuando se administran ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) omega-3 a pacientes con depresión, éstos se metabolizan en unas moléculas llamadas mediadores lipídicos, y los niveles de éstas en la sangre están relacionados con una mejora de los síntomas. La investigación se publica hoy en Molecular Psychiatry.
Los ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) omega-3, el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), se encuentran en el pescado azul. Investigadores del Centro de Investigación Biomédica Maudsley del Instituto Nacional de Investigación Sanitaria (NIHR) evaluaron los efectos de altas dosis de EPA y DHA en neuronas cultivadas en laboratorio y luego en pacientes para ayudar a aclarar cómo reducen la inflamación y la depresión.
Este novedoso enfoque permitió a los científicos identificar un importante mecanismo molecular que puede contribuir al desarrollo de posibles nuevos tratamientos con ácidos grasos omega-3 para pacientes con depresión.
La autora principal, la Dra. Alessandra Borsini, neurocientífica postdoctoral senior del NIHR Maudsley BRC en el King’s College de Londres, dijo: «Mediante una combinación de investigación en laboratorio y en pacientes, nuestro estudio ha proporcionado una nueva y emocionante perspectiva sobre cómo los ácidos grasos omega-3 producen efectos antiinflamatorios que mejoran la depresión.
Hace tiempo que sabemos que los AGPI omega-3 pueden inducir efectos antidepresivos y antiinflamatorios, pero, sin comprender mejor cómo ocurre esto en el cerebro humano, ha sido difícil desarrollar tratamientos. Nuestro estudio ha contribuido a arrojar luz sobre los mecanismos moleculares que intervienen en esta relación, lo que puede servir de base para el desarrollo de posibles nuevos tratamientos contra la depresión a base de AGPI omega-3.
Investigaciones anteriores han demostrado que las personas que padecen un trastorno depresivo mayor tienen niveles más altos de inflamación en su organismo que las que no padecen este trastorno. Actualmente no existen estrategias de tratamiento antiinflamatorio probadas para la depresión y, aunque se ha demostrado que dos importantes PUFAs omega-3, el EPA y el DHA, tienen efectos antiinflamatorios y antidepresivos, se desconoce el mecanismo preciso por el que lo hacen.
La depresión en un plato
El estudio se propuso comprobar la teoría de que cuando los ácidos grasos omega-3 se utilizan y procesan en el organismo, algunos de sus metabolitos (conocidos como mediadores lipídicos) son capaces de proteger al cerebro de los efectos nocivos de la inflamación.
Los investigadores utilizaron un modelo celular humano in vitro validado, conocido como «depresión en un plato», desarrollado en el Centro de Investigación Biomédica NIHR Maudsley y que utiliza células del hipocampo, una parte del cerebro fundamental en muchas áreas cognitivas, de memoria y de aprendizaje que se considera importante en la depresión. Las células del hipocampo desempeñan un papel importante en la producción de nuevas neuronas: la neurogénesis.
El estudio demostró que tratar las células del hipocampo humano con EPA o DHA antes de exponerlas a los mensajeros químicos implicados en la inflamación, llamados citoquinas, evitaba el aumento de la muerte celular y la disminución de la neurogénesis. Ambos efectos se habían observado anteriormente en las células expuestas sólo a las citocinas.
Investigaciones posteriores confirmaron que estos efectos estaban mediados por la formación de varios mediadores lipídicos clave producidos por el EPA y el DHA, a saber, el ácido hidroxieicosapentaenoico (HEPE), el ácido hidroxdocosahexaenoico (HDHA), el ácido epoxieicosatetraenoico (EpETE) y el ácido epoxdocosapentaenoico (EpDPA), y que éstos se detectaron por primera vez en las neuronas del hipocampo humano.
Una investigación posterior demostró que el tratamiento con un inhibidor de la enzima aumentaba la disponibilidad de dos de estos metabolitos (EpETE y EpDPA), lo que sugiere una posible vía para optimizar futuros tratamientos.
La profesora Anna Nicolaou, catedrática de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Médicas y Humanas de la Universidad de Manchester, que dirigió el equipo que midió los mediadores lipídicos mediante espectrometría de masas, declaró: «Los mediadores lipídicos que hemos identificado se descomponen en el cuerpo con relativa rapidez, lo que significa que sólo pueden estar disponibles durante un tiempo relativamente corto.
Al probar el efecto de los inhibidores de las enzimas que intervienen en el metabolismo de los PUFA omega-3, demostramos que podemos mejorar en gran medida el tiempo que pueden tener efecto en el organismo y, en definitiva, aumentar su eficacia.
Esto es muy importante para el desarrollo de nuevos tratamientos y significa que los pacientes podrían recibir dosis más altas de EPA y DHA junto con estos inhibidores enzimáticos para aumentar la cantidad de estos importantes compuestos en su sangre a lo largo del tiempo.»
Metabolitos de omega-3 en pacientes
El estudio evaluó a veintidós pacientes con depresión mayor a los que se les administró 3 gramos de EPA o 1,4 gramos de DHA al día durante doce semanas. Se midieron los metabolitos lipídicos del EPA y el DHA en su sangre antes y después del tratamiento con PUFAs omega-3, junto con una puntuación de sus síntomas depresivos.
En ambos grupos de pacientes, el tratamiento con EPA o DHA se asoció a un aumento de sus respectivos metabolitos y a una mejora significativa de los síntomas depresivos: una reducción media de las puntuaciones de los síntomas del 64% y el 71% en los grupos de EPA y DHA, respectivamente. Además, los niveles más altos de los mismos metabolitos identificados en los experimentos in vitro se correlacionaron con niveles más bajos de síntomas depresivos.
Los niveles de EPA y DHA utilizados en este estudio son concentraciones que muy probablemente no pueden alcanzarse con el consumo dietético de pescado azul, una rica fuente de PUFAs omega-3, sino que requieren suplementos terapéuticos.
Investigaciones futuras
Los resultados del estudio indican que los mediadores lipídicos bioactivos producidos por la descomposición del EPA y el DHA en el organismo podrían ser el objetivo de un mecanismo para reducir la depresión y la inflamación, pero es necesario garantizar que sus efectos sean prolongados para que este enfoque tenga éxito.
Investigaciones anteriores indican que una enzima clave en el metabolismo de los ácidos grasos omega-3 podría ser una opción válida para la reutilización de fármacos y podría utilizarse para otros trastornos cerebrales asociados a la inflamación, incluida la depresión, en la que al menos un subgrupo de pacientes suele presentar niveles crónicos de inflamación.
El autor principal del artículo, el profesor Carmine Pariante, líder del tema de la interfaz de los trastornos afectivos con la medicina del NIHR Maudsley BRC, dijo: «El interés por los vínculos entre el sistema inmunitario, la inflamación y la depresión es cada vez mayor, pero para poder desarrollar nuevos tratamientos en este ámbito necesitamos comprender mejor los mecanismos que subyacen a estas relaciones.
Nuestro estudio ha aportado información importante sobre cómo los compuestos antiinflamatorios conocidos -los PUFA omega-3- ayudan a reducir la depresión. Al identificar y medir los mediadores lipídicos exactos que están implicados, identificar la enzima que prolonga sus efectos y encontrar los mismos mediadores lipídicos en los pacientes deprimidos tratados con PUFA omega-3 y demostrar mejoras en los síntomas, hemos proporcionado información vital para ayudar a dar forma a los ensayos clínicos para futuros enfoques terapéuticos con ácidos grasos omega-3″.
«Es importante destacar que nuestra investigación no ha demostrado que simplemente aumentando los ácidos grasos omega-3 en nuestras dietas o tomando suplementos nutricionales podamos reducir la inflamación o la depresión. Los mecanismos que subyacen a las asociaciones entre la depresión y los AGPI omega-3 son complicados y requieren más investigación y ensayos clínicos para comprender plenamente su funcionamiento e informar sobre futuros enfoques terapéuticos.»
El estudio fue una colaboración entre investigadores del King’s College de Londres, la Universidad de Manchester y la Universidad Médica de China.
Artículo traducido y adaptado de King’s College London
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